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martes, diciembre 3, 2024

Ciberataques en Venezuela como parte de una guerra más amplia

La ministra de Ciencia y Tecnología de la República Bolivariana de Venezuela, Gabriela Jiménez, presentó el pasado 12 de agosto un informe sobre los distintos ataques cibernéticos sufridos contra los sitios web de varios organismos en el país desde el pasado 28 de julio. Según el informe: 25 instituciones se habrían visto afectadas y 40 más estarían en investigación. 30 millones de ataques por minuto que afectaron a distintas webs de prestación de servicios vinculadas con el Estado, incluido el Consejo Nacional Electoral (CNE).

Para confirmar estos datos, la ministra venezolana contrastó con informaciones presentadas por otras plataformas internacionales que prestan servicio para la prevención de ataques informáticos. Así, la plataforma estadounidense especializada en soluciones a la denegación de servicios, NETSCOUT, señaló en un artículo publicado en su sitio web,  titulado ‘Las elecciones venezolanas desde el ciberespacio’, que se registró un aumento significativo de tráfico de datos hacia el país tras las elecciones, un ataque de denegación de servicios masivo, mediante la amplificación de DNS. Del mismo modo, la plataforma rusa Kaspersky, confirmaba que el país más atacado en América del Sur entre julio y agosto era la República Bolivariana de Venezuela.

Al analizar desde qué tipo de estructura se realizaron los ataques, más del 98 % de los mismos fueron llevados a cabo mediante granjas con computadores de escritorio y desde fuera de las fronteras venezolanas.

Durante la presentación del informe, Gabriela Jiménez afirmó que teniendo en cuenta el volumen de los ataques, su sofisticación, su duración y su capacidad de incidencia, se requería de una capacidad tecnológica y financiera considerable. Apartando las teorías de un ataque perpetrado por ciberdelincuentes descoordinados.

La ciberguerra es un elemento clave en las relaciones internacionales en la actualidad. En esa dirección, distintos organismos estatales y supraestatales, de diversas ideologías políticas y desde todas las partes del mundo, han desarrollado o buscan desarrollar normativas y programas de ciberseguridad perfeccionados, ante un escenario creciente de ataques cibernéticos contra distintas naciones.

En los últimos años, a su vez, hemos visto cómo se ha intensificado el uso del concepto de «guerra híbrida» dentro de los debates y análisis politológicos que a grandes rasgos podríamos definir como distintos métodos aplicados en un contexto de guerra distinta del método tradicional, es decir, del enfrentamiento entre dos fuerzas enemigas formales en un campo de batalla.

La ciberguerra y los ataques cibernéticos forman parte de este «nuevo» modo de hacer la guerra, con un nivel de incidencia polifacético.

Aunque las guerras tradicionales también mantienen históricamente expresiones de guerra política, económica, mediática o propagandística y psicológica, podemos afirmar que para poder explicar distintos fenómenos recientes, donde no se produce una colisión militar directa, pero sí el resto de elementos antes mencionados, se ha extendido el uso del término «guerra híbrida» u otros como «guerra no convencional».

La ciberguerra y los ataques cibernéticos forman parte de este «nuevo» modo de hacer la guerra, con un nivel de incidencia polifacético.

Ataques recientes contra Venezuela

El 7 de marzo de 2019, se produjo un ataque cibernético en la República Bolivariana de Venezuela contra el sistema eléctrico que afectó a más del 80% del país —18 de los 23 estados que componen la nación—.

Los sabotajes al sistema eléctrico, no obstante, habían sido una práctica recurrente de sectores opositores al chavismo. Solo entre 2008 y 2012, se contabilizaron 11 ataques de este tipo a través de corte de cableado o mediante incendios provocados. Tras el inicio de los gobiernos de Nicolás Maduro la situación se recrudeció, y solo durante la llamada operación ‘La Salida’, impulsada por Leopoldo López, el sistema eléctrico fue atacado en al menos 10 oportunidades.

Los sabotajes al sistema eléctrico fueron una práctica recurrente de sectores opositores al chavismo.

Las consecuencias de este sabotaje debemos observarlas en dos escalas. En primer lugar, a nivel interno; el daño causado a la infraestructura eléctrica es capaz de generar un escenario de caos en muy poco espacio de tiempo, afectando a las telecomunicaciones, los servicios públicos, el suministro de agua y alimentos, y también a toda la actividad productiva.

En segundo lugar, este acontecimiento fue presentado a nivel mediático y político en el exterior como resultado de una aplicación de «malas políticas», acusando al gobierno de «fantasear» con la idea del sabotaje para no asumir las consecuencias de su gobierno.

«Guerra psicológica»

«Casualmente» ninguno de los que acusaron al gobierno venezolano de ser el responsable por carencias de mantenimiento o seguridad recordaron —aunque fuese por honestidad intelectual— que gran parte de las situaciones de crisis económica que vivía el país eran fruto del cerco económico y el bloqueo que EE.UU. y la Unión Europea habían impuesto sobre el mismo.

Así podemos establecer que este tipo de ataques contra un sector crítico como es la electricidad, tiene una capacidad de incidencia multidimensional. Afecta a nivel político, económico, sirve a la proyección de un relato propagandístico en el exterior y, a su vez, es una forma de guerra psicológica contra la población.

Si aquel ciberataque pretendió poner en cuestionamiento el desarrollo social y económico del Estado, en esta ocasión se pretendía cuestionar el sistema político.

El ciberataque contra el CNE en la misma noche electoral, que duró aproximadamente una hora, supuso el retraso en la comunicación oficial de los resultados. Esta demora, aunque mínima, buscaba desde un primer momento sembrar la incertidumbre sobre la fiabilidad y rapidez del sistema de voto electrónico en el país.

No olvidemos que el chavismo ha hecho de las elecciones una de sus banderas, como parte de la participación protagónica del pueblo en el proceso de transformación, con 31 elecciones en 25 años y un sistema de votación innovador.

La narrativa mediática y política internacional, en medio de este escenario, así como si no hubiesen sido parte del resto de agresiones contra el país, se han instalado en una histérica impaciencia, donde no se respetan, ni siquiera, los plazos habituales y se le exige al sistema electoral venezolano unas garantías y explicaciones apresuradas, aumentando con ello la percepción de incertidumbre, de un estado anómalo de las cosas que busca seguir profundizando en esta guerra de nuevo tipo que lleva años perpetrándose contra el proyecto popular en el país.

fuente: actualidad.rt.com

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