Criterios que no cambian
Las nuevas guías mantienen los mismos rangos de presión arterial definidos en 2017:
* Normal: menos de 120/80 mm Hg.
* Hipertensión etapa 1: entre 130-139 mm Hg o entre 80-89 mm Hg.
* Hipertensión etapa 2: 140 mm Hg o más, o 90 mm Hg o más.
Lo que cambia no es la definición, sino la manera en que se recomienda actuar desde etapas más tempranas.
A diferencia de las guías anteriores, ahora se sugiere que los médicos consideren iniciar tratamiento farmacológico en pacientes con hipertensión etapa 1 o 2 que presenten riesgo elevado de enfermedad cardiovascular. La meta es reducir complicaciones a largo plazo con un enfoque preventivo más agresivo.
Otro de los avances importantes es la incorporación del calculador de riesgo PREVENT, el primero que integra parámetros de salud cardiovascular, renal y metabólica para estimar el riesgo global de enfermedad cardíaca. Esta herramienta ofrece a médicos y pacientes una visión más completa y personalizada.
Uno de los hallazgos recientes que influyó en la actualización es la relación comprobada entre presión arterial elevada y mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia. Según la AHA, este vínculo refuerza la urgencia de actuar de forma temprana, ya que los efectos de la hipertensión no se limitan al corazón y los vasos sanguíneos, sino que también impactan en la salud cerebral.
Las guías también recomiendan ampliar el espectro de estudios de laboratorio en la evaluación inicial de los pacientes, incluyendo pruebas que permitan valorar la función renal.
Además, se reconoce el potencial de fármacos más recientes para ciertos pacientes. En particular, se mencionan los medicamentos basados en GLP-1, que han demostrado beneficios en personas con obesidad o sobrepeso, quienes a menudo presentan hipertensión como condición asociada.
Un llamado a la prevención
El mensaje es claro: la intervención temprana salva vidas. Con casi la mitad de la población adulta estadounidense en riesgo, la implementación de estas guías se vuelve crucial para frenar una epidemia silenciosa que afecta tanto a la salud individual como a los sistemas de salud en general.
En palabras de los especialistas de la AHA, la presión arterial elevada no debe ser vista como un destino inevitable del envejecimiento, sino como una condición tratable y, en muchos casos, prevenible.
Fuente: El Diario. NY