En su columna El salto de la pulga [Listín Diario, 5 de noviembre, 2020], Freddy Ortiz lanzó al país un aviso que produjo escalofrío: “Esto pinta feo: 25% de los nacidos en la capital durante los últimos diez meses son hijos de haitianas traídas a parir”.
Esa preocupación la había expuesto reiteradamente —tanto en este diario como en varias de las plataformas sociales de Internet— y se la señalé a Luis Abinader como una de las tareas que tenía pendiente el llamado gobierno del cambio si alcanzaba el poder.
O sea, lo señalado por Ortiz es un eco de lo que se ha venido martillando desde hace años acerca del peligro que representa esta desmedida invasión de haitianos.
La diferencia entre el aviso de Freddy Ortiz y el conocimiento y la sospecha de esa invasión a través del útero, radica en que el por ciento señalado por Ortiz [25%] no se había asimilado desde la perspectiva de un por ciento tan elevado; es decir, que de cada cien nacimientos registrados en los hospitales de Santo Domingo, una cuarta parte de los mismos corresponden a haitianos.
Y no se precisa ser avezado en aritmética para realizar el simple cálculo de que, si miramos hacia el futuro y multiplicamos ese porcentaje por un lustro o una década, el escalofrío podría convertirse en un abominable horror, en un terrible espanto y daría paso a un correlato cuyas consecuencias serían, primero la absorción numérica de los ciudadanos dominicanos por nacionales haitianos, y luego una transculturación y fusión como aconteció en Kosovo, aunque sin división, sino tal como soñaron los líderes haitianos desde que dirigieron su mirada hacia el Este de esta vejada isla.
La absorción biológica y el proceso de transculturación guardan un gran parecido al fenómeno de la hipertextualidad, la cual —apoyándome en Gérard Genette [Palimpsestes, 1962]— puntualiza “la relación que une un texto B [el hipertexto] a un texto anterior A [el hipotexto]”.
O sea, el texto B [que voy a llamar Haití y su creole], al cubrir por mayoría al texto A [que llamaré República Dominicana y su español] termina transformándolo. Por eso, la absorción biológica es una asimilación y principia la fusión de una cultura a otra. De esos ejemplos está llena la historia.
Los prohaitianos —esos traidores disfrazados de falso humanismo que satanizan y acusan constantemente de racistas a los que nos duele el país— deberían recorrer el viacrucis de nuestra historia y detenerse en las virulencias de los ataques haitianos y su horrorosa ocupación de veintidós años, en donde trataron por la fuerza de haitianizarnos con la imposición de su lengua y sus costumbres.
Deberían estudiar el discurso histórico de Haití y entender por qué se ha convertido en un país fallido, en un país que tras no poder conquistarnos con las armas, busca ahora la fusión a través de una inmigración arrolladora, contando con el apoyo de los traidores del patio y las naciones que desean librarse de esa carga.
JPM