Oficialmente, los gobiernos occidentales no hablarán sobre sus preferencias en las elecciones de Turquía para evitar ser acusados de interferir en la política interna de otra nación. Pero es un secreto a voces que los líderes europeos, por no hablar de la administración Biden, estarían encantados si el presidente Recep Tayyip Erdogan perdiera.
Como Carl Bildt, el ex primer ministro sueco, dijo antes la primera ronda de votaciones hace dos semanas: “Todos queremos una Turquía más fácil”.
Un miembro estratégicamente importante de la OTAN, Turquía bajo Erdogan se ha convertido en un socio cada vez más problemático para la Unión Europea, que ha abandonado en gran medida la idea de la membresía turca.
Rusia también tiene mucho en juego en el resultado de las elecciones. Bajo Erdogan, Turquía se ha convertido en el socio comercial indispensable de Rusia y, en ocasiones, en un intermediario diplomático, una relación que ha adquirido una importancia aún mayor para el Kremlin desde la invasión de Ucrania.
A lo largo de sus 20 años en el poder, Erdogan ha llevado a cabo una política exterior no alineada que con frecuencia ha frustrado a sus supuestos aliados occidentales y ha brindado una bienvenida apertura diplomática a Moscú, tal vez nunca más que después de la invasión rusa de Ucrania.
Al negarse a aplicar las sanciones occidentales a Moscú, Erdogan ha ayudado a socavar los esfuerzos para aislar al Kremlin y privarlo de fondos para financiar la guerra. Al mismo tiempo, la tambaleante economía turca se ha dado un festín recientemente con petróleo ruso con grandes descuentos, lo que ha ayudado a Erdogan en su búsqueda de un tercer mandato de cinco años como presidente.
Erdogan irritó aún más a sus aliados al bloquear la candidatura de Suecia para ser miembro de la OTAN, insistiendo en que Estocolmo primero entregue a decenas de refugiados kurdos en el país, especialmente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que tanto Ankara como Washington consideran una organización terrorista.
En términos más generales, para la Unión Europea y Washington, existe un fuerte sentimiento de que Turquía, bajo el mando de Erdogan, se ha alejado cada vez más de los valores y normas europeos, como el estado de derecho y la libertad de prensa.