Cada solicitante de asilo le cuesta a la ciudad de Nueva York un promedio de 383 dólares diarios, según cálculos del alcalde Eric Adams.
Adams hace cuentas del costo que supone la de los nuevos inmigrantes. En este año fiscal el gasto ha sido de casi 3.600 millones de dólares, esto a puertas de recibir 100.000 solicitantes de asilo que han entrado a la ciudad desde primavera del año pasado.
Más de la mitad están bajo el amparo de la ciudad.
Esto significa, según el municipio, que le costará a la ciudad unos 12,000 millones de dólares en este y los siguientes años dos fiscales el poder ampar a los inmigrantes si el gobierno -a nivel federal y estatal- no toma acciones más contundentes.
Acciones como:
1. Acelerar autorizaciones de trabajo para que los solicitantes de asilo puedan obtener empleo de forma rápida.
2. Declarar el estado de emergencia para gestionar la crisis en la frontera.
3. Implementar una estrategia federal de descompresión para garantizar que el flujo de llegadas de solicitantes de asilo se distribuya de manera más justa.
4. Y, aumente el número de sitios administrados y proporcionados por el estado.
Hablamos con la Sociedad de Asistencia Legal que respalda la solicitud de la ciudad:
“Estuvimos la semana pasada en la corte y la jueza dijo muy claramente que el estado de Nueva York tiene que trabajar junto con la ciudad para resolver ese problema y debe proporcionar más ayuda a la ciudad; o sea dinero, espacios, edificios”, dice Edward Josephson, abogado supervisor de la Sociedad de Asistencia Legal.
Por su parte, algunos migrantes dicen que lo único que esperan es poder trabajar lo más pronto posible:
«Lo que queremos es proyectarnos en trabajo, porque venimos por un sueño americano, venimos por el sueño americano salir adelante, construir una casa en nuestro país no caer en las calles porque si llegamos a caer en la calle a recoger botellas en la calle lo que vamos a andar es con el vicio vamos a colapsar en el alcohol y esas cosas”, dijo un inmigrante que no quiso dar su nombre.
Y otros, reiteran su apoyo:
“Yo como migrante creo que todos tenemos la oportunidad, pero siempre y cuando sea para bien. Por un lado, está bien apoyarlos, pero por otro hay que ponerles los puntos buenos, aclarar la situación y que existe una ley que de verdad ellos tendrán que cumplir y acatar porque en su casa no pueden hacer lo mismo que vienen a hacer en otro país”, dice Emily Álvarez, residente de la ciudad.
Y en las afueras del Hotel Roosevelt ya no vemos las largas filas de inmigrantes hombres como en días recientes, ya que la ciudad ha logrado ubicarlos en sitios temporales con la ayuda de organizaciones como por ejemplo las iglesias de la ciudad.