- Alejandro Rodríguez
- Especial para BBC Mundo
Soy uno de esos cubanos que se conecta a internet a través del servicio Nauta, un servicio de correo electrónico ofrecido a precios exorbitantes por la única empresa de telecomunicaciones que opera en Cuba (ETECSA).
La conexión de ETECSA es bastante rápida (podría decirse que «normal»), pero tomando en cuenta la tarifa vigente— 4,50 CUC por hora (unos US$5) , y también que se trata de la única oportunidad legal de acceder a internet para los ciudadanos, son muy raros los casos en que alguien hace un uso extendido, recreativo o relajado de este servicio.
En la ciudad donde vivo, Camagüey, hay cerca de 350 mil habitantes y menos de 10 lugares donde funcionan las salas de navegación: desde la más grande ubicada en la principal arteria comercial, hasta la más pequeña con una sola computadora habilitada en un barrio periférico.
Por lo general me conecto 13 minutos un par de veces por semana.
Con 1 CUC (US$0,90) se pueden comprar 13 minutos de conexión, y sufrir la peor de las angustias frente al cuarteto de números rojos que van descontando segundos en la esquina inferior derecha de la pantalla.
Uno se vuelve allí miembro honorífico del escuadrón antibombas: un nervioso decodificador que intenta terminar su trabajo antes de que algo explote.
Yo, por ejemplo, siempre sudo; sudo aunque el aire acondicionado de la pared ponga el ambiente a 10 grados Celsius.
No dudo entonces que en las actuales circunstancias un día el sueño frecuente de la caída en picada se cambie en el subconsciente del «nautero» por uno que incluya números rojos, titilantes; y que el nuevo sueño erótico sea una cuenta que anuncie la disponibilidad de 500 horas de conexión…
La posibilidad de trasferir saldos de un teléfono a otro y la extensión a los hogares y móviles de la navegación en Internet son algunos de los servicios y facilidades que la gente espera (pacientemente) del exclusivo proveedor de telecomunicaciones de Cuba.
Sin embargo los clientes de la compañía ya estamos acostumbrado a desconfiar de ella y sus anuncios de mejoras.
A principios de este año, por ejemplo, declararon que en julio levantarían la obligatoriedad de recargar el saldo personal con 5 CUC cada mes, pero ya el 2014 casi se muere de viejo y cero noticias de ETECSA.
En las salas de navegación nunca hay mucha gente. Rara vez uno tropieza con la imposibilidad de sentarse. En una de ellas tengo «espacio reservado». Puedo llegar lo mismo a las 9 de la mañana, a las 12 de día o a las 5 de la tarde, y aquello es como el «spot» de Sheldon Cooper en la serie The Big Bang Theory.
Pasa también que la silla de marras queda justo debajo del aire acondicionado, y como aquí estamos adaptados al asamiento masivo de las calles tropicales, la gente huye del frío.
¿Usted ha probado revisar sus perfiles de Facebook y Twitter, el correo electrónico y dos o tres páginas de noticias en solo 13 minutos? Probablemente leer este comentario le lleve la mitad de ese tiempo.
Imagine que la conexión que usted disfruta ahora le costara US$4.50 por hora, imagine que no puede tenerla en casa, sino que debe desplazarse hasta determinados lugares establecidos para conectarse solo en determinados horarios, e imagine además que sus ingresos mensuales no llegan a US$50: pues más o menos así se sienten muchos cubanos con respecto a internet.
Y digo muchos porque la gran mayoría ni siquiera lo conocen, de modo que no tienen idea de lo que aquí hablamos.
Sin temor a equivocarme puedo asegurar que la mayoría de los usuarios nacionales del servicio Nauta no comentan en las páginas que leen: o sea que aquello de la web 2.0, la interactividad y el «prosumer» (consumidor/productor de contenidos) le queda grande al nautero común.
Lo sé porque lo vivo, y porque lo veo: la «eyaconexión» precoz afecta a casi todos en la sala. La mayoría de los usuarios no sabe cómo navegar «eficientemente»: abriendo muchas pestañas a la vez en el navegador y tecleando las URL tan rápido como te dejen los dedos.
Yo abro las páginas y las descargo a una memoria flash o USB: el reto es llevarme la mayor cantidad de información que pueda, para luego, en casa, offline y con sosiego, interactuar intelectual y casi analógicamente con ella.
Claro que siempre está el ricachoncito adinerado que va con calma a las salas de navegación, o el negociante de celulares chinos que le cobra 10 CUC a un infeliz de la calle para luego descargarle un driver en pocos minutos, pero esos son los menos: los sementales de esta historia, que suelen ser quienes sacan más de lo que invierten de cada conexión, o un puñado de suertudos a quienes les llueven los dólares del exterior.
¡A mí y a mis fugaces 13 minutos— para qué negarlo— los sementales me dan una envidia del carajo!
Alejandro Rodríguez es un joven cubano emprendedor, que dejó el periodismo para dedicarse a su negocio privado. Vive en Camagüey, una provincial en el centro de la isla.