Una masiva concurrencia de fieles se ha registrado este sábado en los cementerios de Ecuador y se ha repetido la costumbre de campesinos e indígenas para el Día de los Difuntos, cuando brindan la mejor comida que puedan compartir en las tumbas con sus seres queridos.
Guisos de patatas, fréjol, habas, fritada (frituras de carne de cerdo), chicha (bebida de maíz) y pan se sirven en los espacios verdes de los cementerios, cerca de las tumbas, para compartir con las almas de los difuntos.
Esta costumbre del sincretismo religioso en los Andes ecuatorianos ha resistido al avance de la cultura occidental que ha ido ganando terreno con la celebración de fiestas foráneas como el Halloween, ya muy popular entre la juventud.
No obstante, la vertiente andina de ese sincretismo ha marcado territorio con la proliferado de la elaboración y consumo de la colada morada y las guaguas de pan, muy demandada por las familias a nivel nacional.
En los cementerios, las familias campesinas conversan sus problemas como esperando que sus muertos los escuchen y apoyen, algo que no dudan que ocurrirá si la fe se mantiene.
El hermano Esteban, de la orden colombiana de San Pablo, ha atestiguado esta celebración en el cementerio de la parroquia de Calderón, al norte de Quito, donde una muchedumbre ha acudido para conmemorar el día.
Él también cree que los difuntos «interceden por nosotros», sobre todo «cuando se tiene la verdadera fe» acompañado de la «lucidez de nuestro entendimiento».
La forma particular de los ecuatorianos para celebrar el Día de Difuntos «hace parte de la tradición y cultura de cada pueblo» y eso «hay que valorarlo», agregó el religioso colombiano.
La joven Camila Lincango también visitó a sus muertos en el cementerio de Calderón, y comentó que las familias acuden a los camposantos con comida para tener a los difuntos «presentes en nuestra memoria».
Para ella, se debe valorar a los seres queridos, sobre todo cuando están vivos, pero luego, cuando fallecen, es necesario «no olvidarlos», como agradecimiento por las atenciones y alegrías que entregaron en vida.
Y claro que «han cambiado las costumbres», pero es imposible olvidar que los seres queridos que yacen en las tumbas «nos criaron, nos brindaron su cariño, calor y afecto», apostilló Lincango.
En Punín, un municipio de la céntrica provincia andina de Chimborazo, los campesinos no sólo brindan la comida a sus muertos, sino que incluso abrazan sus cruces, acarician sus tumbas y lloran junto a ellos.
Algunos, parecería, que expían sus pecados o esperan la luz de la sabiduría de sus antepasados para sobrellevar la complicada vida diaria.
Otros arreglan las tumbas, las decoran con flores, limpian las cruces, pintan la fachada de las tumbas en medio de una oración indescifrable que parece también esperar el perdón. Los mas viejos se sientan junto a las lápidas como intentando descifrar el trayecto.
El Día de los Difuntos en Ecuador también supone uno de los períodos festivos (feriados) más extensos del calendario laboral ecuatoriano, propicio para que las familias aprovechen el tiempo para el ocio.
Las playas y otros destinos han sido escogidos por muchos para alejarse del ruido de las ciudades e ir al de las fiestas de discoteca, sobre todo en la playa, un imán para los empleados y funcionarios.
Con horarios reducidos de cortes de electricidad por la crisis eléctrica, el puente vacacional de jueves a lunes por el Día de los Difuntos en Ecuador ha permitido el éxodo masivo de viajeros desde las ciudades, muchos de los cuales han perdido su bullicio habitual.
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