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viernes, diciembre 13, 2024

En la selva maya, científicos rastrean virus que podrían desatar nuevas pandemias



Anochece en la selva mexicana de Yucatán, donde el veterinario Omar García extrae sangre y fluidos a un murciélago que serán analizados para vigilar las zoonosis, enfermedades transmitidas de animales a humanos.

Todavía no se ha dicho la última palabra sobre el origen del covid-19, pero este proyecto franco-mexicano apunta a detectar virus que puedan cruzar la barrera de especies silvestres y alcanzar al hombre en climas tropicales, lo que ayudaría a contrarrestar nuevas pandemias.

El mamífero alado, en la mira de la comunidad científica mundial como posible vector del coronavirus, permanece inmóvil, obediente, enseñando sus afilados colmillos como sonriendo, antes de ser liberado por García, especialista en enfermedades transmitidas por vectores.

Científicos de distintos campos del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia y de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) colaboran desde 2017 en este estudio que incluye un moderno laboratorio, bautizado Eldorado, en Mérida, capital del estado de Yucatán (este).

El objetivo específico es conocer cómo distintos virus que circulan entre animales, aves, roedores, excrementos o mosquitos pueden potencialmente terminar en los humanos, explica Audrey Arnal, del IRD.

«Esto es la zoonosis (…), entender cuáles podrían ser las consecuencias del contacto de los humanos con la fauna silvestre y entonces entender cuál podría ser la próxima epidemia que pueda salir de la naturaleza», dice la experta en enfermedades infecciosas a la AFP.

Los científicos toman muestras de todo tipo de animales del rico ecosistema de esta selva tropical, donde han identificado 61 especies de mosquitos. 

«Tenemos muchas preguntas» para «tratar de completar la historia del ciclo de transmisión» de los virus, explica María José Tolsá, bióloga de la UNAM, quien tras una década investigando, finalmente siente que su esfuerzo es valorado.

«Ahora sí se identifica la importancia de nuestro trabajo, que una pandemia tiene consecuencias graves en la salud, la economía. ¿Cuánto vale una pandemia y cuánto vale la prevención?», reflexiona entre mugidos de ganado en una zona rural del municipio de Tzucacab. 

Zona de alto riesgo

La investigación podría realizarse en cualquier zona selvática del mundo, pero se eligió Yucatán porque una acelerada deforestación la ha convertido en «una región muy emblemática en riesgos de emergencia de zoonosis», señala Benjamin Roche, del IRD y codirector de Eldorado.

La mayoría de las transmisiones ocurre en regiones intertropicales y se estima que entre 500.000 y 800.000 virus podrían afectar al ser humano, añade el especialista francés en ecología y biología evolutiva.

Los riesgos también aumentan con la ampliación de la frontera agrícola y el turismo, que multiplican los contactos entre animales y humanos, según los investigadores.

Miles de árboles han sido talados en la Península de Yucatán para construir el Tren Maya, de 1.554 km y que empezará a operar en diciembre, pero el gobierno asegura que compensa esa pérdida con un programa de siembra de bosque y la creación de la segunda reserva de selva tropical más grande del mundo después de la Amazonía.

La clave es alcanzar un equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, matiza Arnal. «Tampoco podemos decir ‘vamos a hacer de la península un monte’. La población debe vivir, comer, desarrollar su economía».

La investigación se realiza en 12 comunidades de los tres estados que conforman la península.

«En aves hemos encontrado especies que se han identificado como reservorio para el virus del oeste de Nilo o aves que son reservorios para influenza», explica Rosa Elena Sarmiento, del laboratorio de virología de la facultad de Veterinaria de la UNAM.

En diciembre pasado fueron sacrificadas casi dos millones de aves de granja afectadas por gripe, virus que los investigadores no lograron identificar en las especies que indagan.

El trabajo en campo inicia al amanecer colocando una decena de finas redes semejantes a las del voleibol en las que quedan atrapadas aves, mientras al anochecer caen murciélagos y hasta búhos.

Una vez en las trampas, se toman muestras de sangre, fluidos y de ectoparásitos (si los portan); los científicos identifican al animal, lo miden y consignan los datos. Antes de liberarlos, verifican que estén en buen estado.

Y después al laboratorio, donde el material es analizado.

«El ADN es un gran revelador (…), con la sangre del mosquito podemos determinar cuál especie o cuál es el animal que se comió», expone Arnal.

También se tomarán muestras de sangre a los pobladores para determinar si portan algún virus de origen animal.

Factor social

El proyecto incluye además consultas a las comunidades para conocer sus problemáticas ambientales y sociales, e incentivar formas de convivencia con la naturaleza.

«No podemos llegar a imponer (…), tiene que haber un diálogo de saberes con las comunidades», explica Erika Marcé Santos, integrante de la oenegé Kalaankab y enlace con los pobladores.

Eldorado está conectado con laboratorios de África, el sur de Asia y de otros países de América Latina en el marco de la iniciativa Prezode (prevención de riesgos de emergencias y pandemias zoonóticas), lanzada por Francia en 2022 y que agrupa a 22 países y 200 organizaciones.

«Lo que buscamos en Yucatán es concebir una estrategia de prevención contra las zoonosis que pueda servir de ejemplo a todo el mundo», comenta Benjamin Roche.





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