“Esto es una odisea, todos los días 15 minutos caminando este puente, una dos tres, inclusive a veces hasta 5 veces al día. Esto es la isla de Randall”, afirma Víctor López.
Aquí en Randall's Island, un área recreacional al otro lado del East River, entre Manhattan, Queens y El Bronx opera un albergue para alrededor de tres mil solicitantes de asilo.
Poco a poco, ellos han convertido el área en un vecindario improvisado, encontrando sus propias maneras de sobrevivir.
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“Mira son comidas accesibles a 5 dólares, traemos de todo, traemos pasta, cerdo, pollo”, dice Óscar Montilla.
“15 dólares por cabeza, pero en una barbería vale más, pero como no tengo permiso de trabajo, no tengo nada, tengo que enfocarme aquí, afeitarme aquí en la calle, dormir en la calle”, agrega.
Y es que aquí, dormir afuera se ha convertido en la opción de muchos
'Te tratan a patadas, creo que duermes mejor acá que allá. No lo creo. te lo aseguro OK, por razones, porque dormimos aquí por nuestros papeles que están allí”, explica Rafael Henrique.
Sin embargo, estos campamentos son ilegales.
La policía los está desmantelando y asegura que continuarán con estas acciones hasta eliminarlos por completo.
“El jueves pasaron muchas cosas, la policía nos botó todo, hasta los papeles de inmigración con mi dinero”, indica un inmigrante de forma anónima.
Activistas en defensa de los desamparados dicen que la situación ha llegado a esto por culpa de las políticas de albergue de la ciudad.
“Cada semana escuchamos que más personas salen bajo el cuidado de la ciudad de las que llegan al cuidado de la ciudad. La Ciudad tiene más capacidad, entonces no tiene sentido que se sugiera a particulares vivir en este tipo de situaciones”, añade Will Watts, subdirector ejecutivo de Coalition For The Homeless.
Además, las autoridades han estado confiscando motocicletas sin matrícula y realizando redadas en búsqueda de narcóticos y armas.
Esto tras ocurre varios incidentes violentos recientes.
“Me roban allá dentro, una, mucho ladronismo, mucha droga, mucha droga, mucha locura allá adentro”, sostiene Rafael Henrique.
Mientras tanto, Rubí Buitrago asegura que hay una “pésima seguridad”, y que colocando unas mesitas y sus drogas como la marihuana para vender.
“Aquí venden marihuana como si fuera algo normal”, dice.
“Yo lo considero mi trabajo, yo sé que es algo que no está bien visto, cierto. Pero es una forma de rebuscarnos”, manifiesta.
Unos 64 mil solicitantes de asilo están bajo su cuidado en espera de una oportunidad.
«Dormimos afuera, nosotros traemos algo en la mente y el corazón y es que ni Estados Unidos no va a parar».
“He cruzado nueve países caminando, tengo dos años caminando”. Todo es cuestión de actitud y de hacer las cosas como tienes que hacerlas”, concluye Henrique.
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