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jueves, noviembre 21, 2024

Mejor Constitución 1de 3

Por: Rafael Ciprián

La República Dominicana tiene vigente una de las mejores Constituciones del mundo y, por tanto, uno de los mejores sistemas jurídicos que una sociedad de nuestros tiempos puede darse.

Siempre que hemos planteado esa aseveración, en las aulas universitarias, impartiendo clases para maestrías o en conferencias, observamos que nuestros oyentes abren los ojos como que se les van a salir de sus órbitas. Y algunos más desinhibidos sueltan una risotada que nos obliga a guardar silencio hasta que las expresiones de sorpresa e ironía se calman. Y no falta el que, repitiendo lugares comunes de comentaristas de radio, exclaman: “Bájele algo, por favor”.

Los más cultos que enjuician la tesis que planteamos suelen acusarnos de incurrir en una actitud chovinista, al exagerar las bondades de nuestro ordenamiento jurídico. Pero olvidan que ese vicio de la ideología de los ultra nacionalistas va acompañado de una denigración y desprecio contra lo extranjero. Eso nunca ha sido ni será nuestro caso.

Recordamos que el inconmensurable José Martí, con su lenguaje bíblico, se preocupó por resaltar la importancia y validez de la producción de bienes y servicios de Nuestra América, como la diferenciaba de la del coloso del Norte, que lo reconocía como revuelto y brutal. Decía que nuestro vino, aunque sea de plátano y se sienta agrio, es nuestro vino. Y eso lo hace especial. A nadie se le ocurriría ahora acusarlo de chovinismo.

Pero esas reacciones son comprensibles. Tienen su origen en el inmenso déficit de seguridad social que sufre nuestra población y en la deuda acumulada que soportamos frente a la falta de garantía y respeto de los derechos fundamentales. El intelectual haitiano Jean Price-Mars solía acusar a los dominicanos de sufrir el complejo del bovarismo, para significar que nos manteníamos sumidos en el síndrome de la insatisfacción, por pretensiones irrealizables. Algo parecido al personaje del célebre escritor francés Gustave Flaubert, en su novela madame Bovary.

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Ahora bien, somos del criterio de que el planteo que encabeza esta entrega no merece ser calificada como chovinista, porque no llega a tanto, y que la incredulidad que manifiestan los profesionales del Derecho que nos escuchan decir esa verdad no se corresponde con el concepto de bovarismo, debido a que más que reflejar insatisfacción social, la cual tiene fundamento, manifiestan el profundo deseo que nuestro aserto sea correcto, disfrutable y permanente.

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