En el pasado geológico, varios grupos de cocodrilos evolucionaron hacia una morfología adaptada a la vida marina. Sin embargo, se desconoce el alcance de estas adaptaciones y sus trayectorias evolutivas. Un estudio exhaustivo de su morfología realizado por un equipo científico del Laboratorio de Dinámica de la Evolución y la Diversidad (EDDyLab) de la Universidad de Lieja ha arrojado luz sobre los mecanismos evolutivos en funcionamiento, gracias a reconstrucciones tridimensionales.
Al contrario de lo que podrían sugerir sus pocas especies actuales, el grupo de los cocodrilos estuvo muy diversificado en el pasado, con especies herbívoras, arbóreas e incluso totalmente marinas. Los talatosuquios y los dirosaurios, dos especies de cocodrilos, colonizaron el medio marino de forma independiente en el pasado geológico. «Estos dos grupos de cocodrilos también son muy interesantes de estudiar porque lograron sobrevivir a grandes crisis biológicas», explica Isaure Scavezzoni, estudiante de doctorado en el Evolution & Diversity Dynamics Lab y autora principal del estudio. Los talatosuquios sobrevivieron a la transición Jurásico-Cretácico (hace 145 millones de años) y los dirosaurios a la extinción masiva al final del Cretácico (hace 66 millones de años). Sin embargo, el alcance y la diversidad de las adaptaciones de estos animales a la vida marina son todavía muy deficientes. «Se entiende porque la anatomía de su cuerpo ha sido relativamente poco estudiada. No conocemos las trayectorias evolutivas que subyacen a estos éxitos evolutivos. ¿Son similares o estos grupos tomaron rutas diferentes hacia la vida marina? Investigadores del EDDyLab de la Universidad de Lieja han intentado responder a esta pregunta. utilizando modelado 3D.
«La magnitud de la tarea que implica responder a estas preguntas es inmensa», explica Valentin Fischer, paleontólogo y director del EDDyLab. Hemos llevado a cabo cientos de escaneos y reconstrucciones en 3D de alta definición de los huesos de las extremidades, los hombros y la pelvis de una amplia gama de especies de talatosuquios, dirosaurios e incluso cocodrilos modernos». Estos datos permitieron al equipo analizar las trayectorias evolutivas de estos dos especies para detectar posibles convergencias, es decir, casos de evolución independiente de morfologías similares. Para ello, se colocaron varias docenas de puntos de referencia en cada hueso, las coordenadas 3D resultantes se compararon entre especies y se probaron en un marco filogenético, es decir, teniendo en cuenta en cuenta los vínculos de parentesco entre las especies analizadas.
«Nuestros resultados muestran que los talatosuquios y los dirosáuridos difieren mucho entre sí en sus adaptaciones y capacidades funcionales, pero también difieren mucho de los cocodrilos actuales», afirma Isaure Scavezzoni. Este trabajo revela no sólo el potencial (anteriormente subestimado) del esqueleto fósil de cocodrilo como fuente de caracteres filogenéticos, sino también que estos grupos diferían profundamente de los cocodrilos actuales en la forma en que se movían y nadaban. Por lo tanto, la incorporación de la anatomía poscraneal parece crucial para evaluar completamente la ecología, la disparidad y las relaciones de los crocodilomorfos.