Ángela Norales Méndez tiene ochenta y seis años y cocina todos los días.
“Carne guisada, pollo, arroz, habichuelas, de todo”, asegura Méndez.
Y cuando le preguntaron si quería cambiar su cocina de gas por una eléctrica de inducción dudó un poco.
Diez meses más tarde, sólo le ve beneficios a la nueva tecnología.
“Para mí, cocina mejor que la de gas”, añade Méndez.
Norales Méndez y otros diecinueve hogares de este complejo de NYCHA en el barrio de Hunts Point en El Bronx participaron en un programa piloto diseñado para mostrar los beneficios de salud y ambientales de cambiar a cocinas eléctricas.
Las cocinas con gas emiten concentraciones significativas de contaminantes tóxicos como el óxido de nitrógeno y monóxido de carbono.
“Nuestras recomendaciones van destinadas a potenciar políticas de gobierno y fondos para comunidades de bajos ingresos que enfrentan desafíos únicos en la tarea de electrificación de edificios”, asegura Annie Corforo, coordinadora de Justicia Climática.
El estudio fue liderado por la organización de justicia medioambiental We Act en colaboración con el Grupo de Control de Aire de Berkeley y la Universidad de Columbia, en un momento en el que la propuesta de cambiar gradualmente las cocinas de gas por las eléctricas, se ha convertido en una polémica política.
Las cocinas de inducción producen calor a través de un campo magnético sin que se caliente la superficie.
“Mejor para la salud, para el medio ambiente y más fácil de usar. Es algo obvio”, asegura Darby Jack, Profesor, de la Universidad de Columbia.
Los participantes se mostraron extremadamente satisfechos con el nuevo electrodoméstico.
Carmen Hernández, Presidenta de Asociación de Inquilinos de NYCHA nos habló de los beneficios de este tipo de cocinas.
“Esto tú no huele gas. Eso es limpieza total. Te ayuda al asma. Personas que sufren asma, esto te ayuda a reducir el asma”, asegura.
Ninguno pidió que les devolvieran la cocina de gas.
Como Norales Méndez, quien ahora lo tiene claro:
“Para mí es mil veces mejor”, sentencia.