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viernes, julio 5, 2024

¿Podemos decodificar el lenguaje de nuestros primos primates?


¿Somos capaces de diferenciar las emisiones vocales de determinados primates? Un equipo de la Universidad de Ginebra (UNIGE) pidió a voluntarios que categorizaran las vocalizaciones de tres especies de grandes simios (homínidos) y humanos. Durante cada exposición a estas «onomatopeyas», se midió la actividad cerebral. A diferencia de estudios anteriores, los científicos revelan que la proximidad filogenética (o parentesco) no es el único factor que influye en nuestra capacidad para identificar estos sonidos. La proximidad acústica (el tipo de frecuencias emitidas) también es un factor determinante. Estos resultados muestran cómo el cerebro humano ha evolucionado para procesar de manera más eficiente las emisiones vocales de algunos de nuestros primos más cercanos. Descubra más en la revista Comunicaciones de la corteza cerebral.

Nuestra capacidad para procesar el lenguaje verbal no se basa únicamente en la semántica, es decir, el significado y la combinación de unidades lingüísticas. Entran en juego otros parámetros, como la prosodia, que incluye pausas, acentuación y entonación. Los estallidos afectivos («¡Aaaah!» o «¡Oh!», por ejemplo) también forman parte de esto, y los compartimos con nuestros primos primates. Contribuyen al significado y la comprensión de nuestras comunicaciones vocales.

Cuando se emite un mensaje vocal de este tipo, estos sonidos son procesados ​​por las regiones frontal y orbitofrontal de nuestro cerebro. La función de estas dos áreas es, entre otras cosas, integrar información sensorial y contextual que conduzca a una decisión. ¿Se activan de la misma manera cuando estamos expuestos a las vocalizaciones emocionales de nuestros primos cercanos los chimpancés, macacos y bonobos? ¿Somos capaces de diferenciarlos?

Imágenes por resonancia magnética con auriculares puestos

Un equipo de UNIGE intentó averiguarlo exponiendo a un grupo de 25 voluntarios a diversas vocalizaciones humanas y simiescas. ''Los participantes fueron colocados en un escáner de resonancia magnética y se les dieron auriculares. Después de un breve período de familiarización con los diferentes tipos de vocalizaciones, cada participante tuvo que categorizarlas, es decir, identificar a qué especie pertenecían», explica Leonardo Ceravolo, profesor titular de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la UNIGE y primer autor de el estudio.

Estas vocalizaciones eran de tipo afiliativo, es decir, vinculadas a una interacción positiva, o de tipo agonístico, es decir, vinculadas a una amenaza o angustia. Las vocalizaciones humanas provinieron de bases de datos registradas por actores. Los de simios provienen de grabaciones de campo realizadas como parte de investigaciones anteriores. Este estudio es el primero de su tipo que incluye vocalizaciones de bonobos.

Bonobos, primos no tan cercanos

Los resultados muestran que para las vocalizaciones de macacos y chimpancés, las regiones frontal y orbitofrontal de los participantes se activaban de forma similar a las vocalizaciones humanas. Los participantes pudieron diferenciarlos fácilmente. Por otro lado, cuando se enfrentaron a los «sonidos» de los bonobos, también primos cercanos de los humanos, las áreas cerebrales involucradas estaban mucho menos activadas y la categorización estaba en el nivel del azar.

''Se pensaba que el parentesco entre especies -la 'distancia filogenética'- era el principal parámetro para tener la capacidad, o no, de reconocer estas diferentes vocalizaciones. Pensábamos que cuanto más cerca estábamos genéticamente, más importante era esta capacidad», explica Didier Grandjean, profesor titular del Centro Suizo de Ciencias Afectivas y de la Facultad de Psicología y Ciencias de la Educación de la UNIGE, que dirigió el estudio. ''Nuestros resultados muestran que entra en juego un segundo parámetro: la distancia acústica. Cuanto más se aleja la dinámica de los parámetros acústicos, como por ejemplo las frecuencias utilizadas, de la de los humanos, menos se activan determinadas zonas frontales. Entonces perdemos la capacidad de reconocer estos sonidos, incluso si son emitidos por un primo cercano, en este caso el bonobo».

Las llamadas de los bonobos son muy agudas y pueden sonar como las de ciertas aves. Esta distancia acústica en términos de frecuencias, en comparación con las vocalizaciones humanas, explica nuestra incapacidad para decodificarlas, a pesar de nuestra estrecha proximidad filogenética. ''¿Somos capaces de identificar los diferentes aspectos emocionales de las vocalizaciones afiliativas o agonísticas emitidas por un chimpancé, un macaco o un bonobo? Y si es así, ¿cómo? Estas preguntas estarán en el centro de nuestra próxima investigación, que consistirá en analizar no nuestra capacidad para clasificar las vocalizaciones por especie, sino identificar su contenido emocional'', concluye Didier Grandjean.



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