- Por EDGAR MORENO
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Cada vez es mayor el número de ciudadanos que procura buscar una función pública a través del voto popular. La diputación no es la excepción, muy a pesar del costo que implica asumir una candidatura para convertirse en legislador.
La función legislativa comprende el debate y la aprobación de reformas de la Constitución cuando sea el caso, pero también de leyes y resoluciones legislativas, así como de su interpretación, modificación y derogación, de acuerdo con los procedimientos establecidos por la Constitución y el Reglamento del Congreso.
Las preguntas obligadas son:
¿Cree usted que debatir y aprobar una reforma constitucional debe estar puesta en mano de personas con una escasa formación jurídica?
¿Puede una persona con una escasa formación jurídica crear leyes y resoluciones legislativas?
¿Cómo puede un legislador sin formación jurídica realizar un ejercicio objetivo de interpretación de las leyes?
¿Puede un profano advertir la necesidad de modificación o derogación que pueda acusar una determinada ley?
¿Sin las competencias técnicas, puede un congresista identificar cuando un proyecto de ley tiene signos de inconstitucionalidad?
Quiere decir, que ser diputado no es una cuestión de moda. Ser diputado debe ser el resultado de la escogencia de una persona con la preparación y las competencias técnicas que se requieren para legislar, fiscalizar y representar. Ser diputado es para los más preparados.
