Las opiniones fluctúan mucho durante una temporada regular, pero en el caso de los Lakers quedó poco margen para pensar en positivo. Y las cosas, claro, siguen siendo así, pero quizás (solo quizás), los angelinos están ante su última gran oportunidad para convertirse en algo parecido a un equipo de baloncesto. Y, de paso, cambiar las tornas de la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras. Por algo habrá que empezar, al menos para ellos: con menos de la mitad de la temporada por delante y el calendario más difícil de la competición, solo un milagro puede hacer que los Lakers pasen de ser un equipo objetivamente malo a un aspirante. Algo difícil, improbable, Casi imposible. Pero, si hay una opción remota de que eso acabe siendo así, pasa por Anthony Davis. Y no es que los Lakers hayan vuelto, ya que nunca han estado. Pero con su regreso hemos visto algún retazo de lo que fueron en el anillo de 2020. De lo que podrían llegar a ser. En fin, por algo se empieza.
Siendo ya plenamente consciente de los problemas que ha generado Russell Westbrook, que Trevor Ariza no funciona, que nadie puede hacer nada con DeAndre Jordan y que el margen un movimiento en el mercado (acaba el 10 de febrero) pasa de ser escaso a nulo, Anthony Davis es la llave para una recuperación que es muy difícil vislumbrar incluso con él. El ala-pívot, center y pilar base en el esquema de Frank Vogel, ha jugado su primer partido en todo el 2022 y por primera vez desde el pasado 17 de diciembre de 2021, cuando se rompió durante un enfrentamiento ante los Timberwolves y tras tres victorias consecutivas de su equipoque estaba en una de esas pequeñas rachas en las que ha intentado emerger sin suerte.
Y solo con su presencia, los Lakers han despertado de un letargo casi eterno y han jugado con una ilusión inusitada y unos ánimos que hace unos días eran un objetivo desmayo. En la primera jugada del partido ante los Nets, LeBron James la puso arriba para que Davis machacara. En la segunda, la estrella se convirtió en suspensión desde media distancia. Un inicio que no se ha convertido en grandes estadísticas (8 puntos y 4 tapones, 3 de ellos en el primer cuarto), por las restricciones de minutos (menos de 25) y la acumulación de faltas (la cuarta le cayó en el tercer cuarto ). Pero una participación que ha cambiado el devenir de un optimismo hasta ahora perdido y que ha contagiado a unos Lakers que sí, han ganado contra unos Nets sin Kyrie Irving ni Kevin Durant. Pero con peores equipos han perdido este curso (dos derrotas contra los Thunder, hace unos días para los Pacers…) y por algo se empieza. Y el juego ha sido realmente bueno, incluso brillante en algunos momentos. Hay que repetirlo: por algo se empieza.
Los Lakers se fueron 8 arriba en el primer cuarto (25-33) y mantuvieron la ventaja durante el resto del partido, siempre en torno a los 10 puntos, siempre reaccionando a las embestidas del rival. James Harden tiró casi solo de los Nets y les llegó a 2 puntos en el tercer cuarto (69-71), pero los angelinos finalizaron esos 12 minutos con un parcial de 9-21 que les volvió a dar ventaja. Cuando Steve Nash introdujo a James Harden en el último cuarto (33 puntos, 12 rebotes y 11 asistencias, pero exhausto en los minutos clave y con 0 tantos en el periodo final) ya era tarde: Russell Westbrook se convirtió en la zona y LeBron robó 2 balones consecutivos y machacó el aro de los Nets con insistencia para un 85-100 que ya era insalvable por parte de los locales. La actuación del Rey fue, de nuevo, legendaria: 33 puntos (14 de 21 en tiros de campo), 7 rebotes, 6 asistencias, 3 robos y 2 taponesademás de un esfuerzo defensivo que se mantuvo en el tiempo y no apareció solo al final.
En los Nets, más allá de Harden, solo basta Patty Milles (15 tantos) y un poco de DeAndre’ Bembry. En los Lakers, Westbrook se fue a 15+6+4, Malik Monk a 22 puntos (66 de 12 en triples), Carmelo Anthony a 13 (3 de 7) y el equipo perdió claramente la lucha por el rebote (54 a 33, permitiendo además 18 ofensivos y perdiendo mucho sin Davis en la zona), pero minimizó errores y solo perdió 8 balones, por 18 de sus rivales. Además de correr mucho y muy bien, convirtiendo hasta 27 puntos al contraataque (permitiendo solo 9), llegar a mandar por 15 puntos, ganar todos los cuartos menos el último (ya con todo decidido) y aportar 37 puntos desde el banquillo.
Y ahí no se queda la cosa: gran papel defensivo de Stanley Johnson, titular junto a Davis, LeBron, Avery Bradley y Westbrook (un quinteto fuerte y físico) y extraordinario Austin Reaves, que hizo de todo un poco: 2 puntos, pero 5 rebotes (4 ofensivos, tremendo), 6 asistencias y una defensa excepcional en la que los Lakers estuvieron cómodos y con muchas ayudas para defender a Harden, un puesto por el que pasaron todos mientras la escolta descansaba en defensa ante Westbrook (le flotó de forma casi bochornosa) y buscaba siempre el emparejamiento con Monk en ataque aprovechando los bloqueos. Nada de eso suficiente y los Lakers, ante su última oportunidad (el retorno de un Davis que no sea el que ha jugado antes de su lesión) y en una versión ilógicamente buena, prevalecieron. Y las conclusiones precipitadas no son recomendables, especialmente si tenemos en cuenta cómo va la temporada angelina. Pero, una vez más, por algo se empieza.