El comercio entre los países desarrollados y subdesarrollados suele tener una estructura típica. Los primeros venden a los segundos bienes industrializados, de alta tecnología y elevado valor agregado. Los subdesarrollados, en cambio, les venden productos básicos como materias primas, minerales, alimentos y combustibles.
En los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial, los rusos dieron su apoyo a los comunistas chinos en su conquista del poder, les enviaron equipos, armamento y otros bienes industrializados. En esa relación económica, los rusos eran la parte dominante, a pesar de los daños sufridos durante el conflicto europeo. Ahora, en una de esas transformaciones difíciles de anticipar, la relación ha cambiado de signo, siendo ahora los chinos el lado dominante.
En una reciente reunión con motivo de los juegos olímpicos, los gobernantes de ambas naciones expresaron que no existían límites para la cooperación entre ellos. Ciertamente, el comercio ha crecido dramáticamente, desde 16 mil millones de dólares en el 2003 a 146 mil millones en el 2021. Pero su composición es reveladora de la transformación ocurrida, pues los chinos compran a los rusos petróleo, gas natural, carbón y alimentos, y les venden equipos electrónicos y maquinarias, poniendo de manifiesto que es China la que ahora cumple el rol de la parte desarrollada. A esto se añade que mientras el comercio con China es clave para la economía rusa, para China es una pequeña fracción de sus exportaciones e importaciones.
Pero aunque es muy importante para Rusia, el comercio con China es todavía menor que su intercambio con la Unión Europea, equivalente a 220 mil millones de dólares en el año pasado. Y los chinos, amparados por un contrato a 30 años suscrito en el 2014, pagan a los rusos precios más bajos que los que les pagan los europeos.
Con los EE.UU. sin embargo, la relación comercial de Rusia es mucho más modesta, ascendente a apenas 34 mil millones en el 2021.