Cuando el presidente Luis Abinader informó al país su repostulación para darle continuidad a sus políticas de buena gobernanza, y mantener la estabilidad nacional en todos los órdenes, definió el territorio de su estrategia de campaña.
Aseguró al pueblo que esos dos grandes logros estarían garantizados por El Poder de la Honestidad, que él representa.
Dejó bien definida la alternativa: mantener, ampliar y darle profundidad a los cambios que están saneando la vida nacional, o volver a la corrupción, la impunidad y el descalabro institucional -que le sirve de sostén- que representan las fuerzas del pasado PLD-FUPU.
Como eso es bien sabido, a no pocos llamó la atención que al hacer Luis el sábado en La Romana un elemental movimiento de gambito, los candidatos opositores Leonel Fernández y Abel Martínez se abalanzaran ansiosos a entrar en el escenario de la estrategia de campaña del repostulante.
Cuando Abel y Leonel ripostan a Luis en la discusión del dilema transparencia y honestidad Vs corrupción e impunidad, el gobernante pasa a servirse a su antojo en el tablero del imaginario de los electores independientes, indecisos, y blandos de oposición.
Luis avanza a su antojo en esa discusión, en la que Leonel y Abel lo pierden todo cuando los electores no comprometidos recuerdan las icónicas marchas verdes contra la corrupción y la impunidad en los gobiernos del PLD, admiran el trabajo íntegro de Miriam Germán Brito y Yeni Berenice Reinoso, y ven cómo los tribunales se van llenando de funcionarios de los gobiernos de Danilo y de Leonel, a los que se investiga por serias sospechas de corrupción.
Al entrar en la estrategia de campaña de Luis, Leonel y Abel podrían estar dando señales de que no cuentan con adecuada asesoría de campaña, o quizás que sí la tienen, pero no siguen sus recomendaciones, como suelen hacer muchos de nuestros candidatos.
O quizás, digamos en beneficio de Leonel y Abel, que sí conocen la validez de las recomendaciones de los asesores, pero que el tema de la corrupción se les ha vuelto tan obsesivo y los tienen tan atrapados que no pueden evitar que se les dispare una obsesiva posición defensiva sobre el tema.