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viernes, marzo 29, 2024

Los Sixers responden sin Embiid: emerge Curry ya semifinales



Antes del partido, Philadelphia recibió la peor noticia posible en el peor momento posible. Una combinación cruel, que nadie desea ni para el peor de sus enemigos, pero que esta temporada se está convirtiendo en rutina. Joel Embiid, tras ser evaluado, confirmaba unas previsiones que aún no son exactas, pero que no invitan al optimismo. Desgarro en el menisco y evaluación diaria, con la esperanza de poder contar con él lo antes posible. Tras el encuentro, Doc Rivers se mostraba confiado en recuperarle para antes de finalizar los playoffs. Un rango de espera muy amplio. En el largo plazo, preocupaciones evidentes. En el corto, también: posibilidad de cerrar la serie en cinco partidos, en casa y sin tentar a la suerte. Misión cumplida (129-112). Defensa y equipo a la altura de las circunstancias. Capacidad de sostener una primera mitad asfixiante y explosión definitiva en la segunda. Actuación a la altura demandada y semifinales del Este en la mano. Atlanta Hawks, próximo rival.

Se venía del piratear un Ben Simmons y de conceder una victoria que constaba en pocas previsiones. Se necesitaban nuevos líderes y emergieron. El propio Simmons, como se esperaba, fue uno de ellos. Tercer triple-doble para el base en playoffs, con 19 puntos, 10 rebotes, 11 asistencias y 5 de 8 viajes a la línea solventados con éxito. También Tobias Harris (28 + 9 + 6), que mantiene su mejor versión, más oportuno que nunca, y Seth Curry, llevando la ilusión de la fase final a casa en ausencia del hermano mayor. Máxima anotación de su carrera en postemporada, con 30 puntos y 3 de 6 en triples. Protagonismo también para Dwight Howard, con menos minutos de los esperados ante la ausencia del pívot camerunés, pero muy productivo. Puntos (12), rebotes (8) y, sobre todo, intimidación (3 tapones) en los momentos claves, en el inicio de una segunda parte que significó el principio del fin para los visitantes.

Las lesiones, las malditas lesiones, que han sido una constante durante toda la temporada, también lo han sido en la serie. A modo de cruel microcosmos, a modo de restar espectáculo a una lucha que, aunque se preveía desigual, prometía mucho. La velocidad, la arrogancia, la locura de Washington frente al remodelado sistema de Philadelphia, que sigue funcionando desde sus engranajes interiores, pero que ha añadido un juego perimetral que se pedía a gritos (y que hoy, Curry, se ha encargado de demostrar por What). Tanto lo uno como lo otro se ha visto afectado de alguna forma. Los Wizards, tras su agónica temporada, llegaban, jugar mediante, con su principal faro ofensivo tocado. El segundo máximo anotador de la competición, un Bradley Beal que, durante buena parte del curso, hasta el esprint final, parecía un coche de alta gama en el peor de los párquines. Se despide de la temporada con una actuación a la altura (32 + 7 + 5) y con una puntuación por encima de los 30 puntos que se ha convertido en el pan de cada día.

Oportunidad histórica a la espera del líder

Y a él se sumaba Westbrook, el heredero de Oscar Robertson en el trono del triple-doble, el MVP que se ha reivindicado por enésima vez, aunque suene a oxímoron. Esguince de tobillo, de nuevo, en una situación inoportuna. Con dolor como pena y orgullo como receta, han aguantado hasta el final, viendo como otros compañeros, un Davis Bertans también desafortunado en el rendimiento, se quedaban por el camino: de cuatro a seis semanas fuera por una distención en el gemelo derecho. Russell, de nuevo, al borde de su rutina. 24 + 8 + 10 acompañado de un gran Rui Hachimura (21 + 6 + 2), una de las mejores noticias para los Wizards esta temporada; pero insuficiente para parar a los de Pensilvania en el momento crítico. Si se arrancaba la segunda mitad con el reflejo de la primera, con un 65-66, el tercer cuarto terminaba con un serio aviso, 103-94, y el inicio del último con la sentencia, hasta la diferencia final de 17 puntos. Suficiente para dejar a los Russell y Bradley desolados, con caras de circunstancias en el banquillo y sin disputar los minutos finales. El segundo, para más inri, sin asegurar su continuidad a largo plazo en la franquicia y declarando que confiaba en llegar a un séptimo partido.

En el lado contrario, Embiid, Joel Embiid, candidato al MVP y, seguramente, favorito de no haber caído lesionado en un momento de plenitud extrema. Como ahora, justamente después de aplastar al rival, a su público (manos a las orejas y dedo en los labios) y, aparentemente, a la eliminatoria. Lesión en la rodilla derecha, tras solamente once minutos de partido, y Philadelphia entera a temblar. La NBA, en general, un temblar. A nadie le gusta perderse a un jugador así. 36 puntos y 8 rebotes que, obviamente, se iban a echar en falta y que se necesitaron para evitar esa derrota que llevaba hasta el día de hoy. Y, durante muchos momentos, parecía que la historia podía repetirse. Parecía que, de nuevo, el día iba a ir de echar de menos. Hasta pocos minutos antes de descanso, control en el marcador de los Wizards, que gestionaban con acierto una ventaja que rondaba los cinco puntos. Con maestría, además. Con su acelerado ritmo y acierto desde un tiro de media distancia que se echa de menos. Nada de trámite, pero nada de pensar en la derrota. El tirón al inicio del segundo cuarto se volvía insalvable y, con el paso de los minutos, y el aumento de la ventaja, la cabeza volvía a Embiid. Los Allen Iverson, Dikembe Mutombo … Esos maravillosos 2000. Ese recordado 2001. Las últimas Finales, sensaciones añoradas y que parecen cercanas. Suficientemente como para que Embiid las pudiera alcanzar.



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