¿Qué ocurre con sus clientes cuando un abogado falla? ¿Es posible prever un compañero sustituto que se haga cargo de los aviones que se dirigían al fallecido? Esta es la premisa de la entretenida serie de Netflix El Abogado del Lincoln. Basada en las novelas del escritor americano Michael Connelly, narra las peripecias de Mickey Haller, un abogado singular que después del asesinato de un colega debe hacerse cargo de la defensa de un cliente de éste en el juicio más mediático del año en la ciudad de Los Ángeles. Ángeles, donde transcurre la trama.
El abogado de Lincoln es una serie de abogados y de juicios. Naciones Unidas suspenso judicial que gustará a los aficionados al género porque, en sus dos temporadas, se toma su tiempo para ir desenmarañando una trama principal, con sus giros de guión y sus sorpresas, pero que también teje alrededor de algunas tramas secundarias de interés, y ello centrándose en la peculiar forma de ejercitar el derecho penal de su protagonista, interpretado espléndidamente por el actor mexicano Manuel García Rulfo.
Mickey Haller es un abogado que prefiere trabajar en su coche mejor en el despacho, que se rodea de un equipo de personas en quienes confía aunque no conozcan el derecho, que tiene una habilidad innata para argumentar e improvisar en el juzgado y que sobre todo cree, como todo buen abogado defensor, que todo el mundo. Tiene derecho a la mejor defensa. Su vida personal es un desastre: exadicto, divorciado de su mujer e intentando estrechar los lazos con su hija adolescente. La posibilidad, tras la muerte de un colega, de defensor a un conocido empresario del asesinato de su mujer y del amante de esta le ofrece una segunda oportunidad de regresar al ejercicio del derecho. El protagonista se afana en aprovecharla a lo largo de sus dos temporadas.
La serie avanza con un ritmo endiablado entre el suspenso, el drama e, incluso, ciertos tintes de sátira y comedia. La banda sonora, las localizaciones de un Los Ángeles llenos de vida, y las interpretaciones de los secundarios, hacen que los veinte capítulos de sus dos temporadas sean de muy fácil visionado. Las escenas en la sala del tribunal son mayoritarias, sobre todo en la segunda entrega, pero también hay espacio para la investigación y para que avancen las relaciones personales entre los protagonistas.
Desde el punto de vista jurídico es interesante que la premisa de la serie, con la que comenzaba esta tribuna, se esté implantando en los últimos meses en algunos de los colegios de abogados españoles. En efecto, los colegios de abogados de Granada, Sevilla y Baleares, por ejemplo, han puesto a disposición de sus abogados colegiados el “testamento profesional colegial” que les permite proponer a colegas letrados que puedan sustituirles en caso de imposibilidad grave para el ejercicio de la profesión o de fallecimiento. Ello redundará también en la seguridad jurídica de los clientes, al permitir el traslado de los asuntos y procedimientos en tramitación a compañeros de confianza del letrado desde el primer momento. Un instrumento que en El Abogado del Lincoln se aprecia que existe ya en Estados Unidos y cuya recepción en nuestra práctica jurídica y colegial debe ser bienvenida.
José Luis Luceño Olivaprofesora de Loyola Maestros