Los partidos y sus líderes, prácticamente, han copado todos los espacios que tenía el ciudadano para proclamar que se mantenía firme en su lucha de adecentar la vida pública nacional.
Pero el discurrir del tiempo indica que no parece fácil lograr la meta en este sentido, sobre todo porque los partidos, no parece haber excepciones, son un instrumento para darle legitimidad a las acciones que al cabo de los años podrían arruinar el Estado y la sociedad.
Sin embargo, el hecho de surgir algunos ensayos de moralidad y de ética en la vida política de la República Dominicana pudo haber alimentado la esperanza de que tiempos mejores se aproximaban en esta materia.
Ahí está la explicación de que se entremezclen y reburujen los que son aparentemente sanos y los más contaminados, aunque al final de la jornada la diferencia entre unos y otros es prácticamente nula.
Esta hija de dos prácticamente héroes nacionales lo hizo magistralmente bien cuando decidió no aspirar ella a la presidencia de la República y en su lugar colocó una joven que, aunque tenga todos los méritos del mundo, no está todavía a ese nivel, no está madura para generar la credibilidad que demanda la complicada sociedad dominicana, pero por lo menos deja la idea de que se niega a seguir con la practica antidemocrática y caudillista de ser candidata eterna de su parcela política.
Son jóvenes, los reclutados por la OP, que tienen estudios en importantes en universidades nacionales y extranjeras, incluidos algunos profesionales con una alta reputación en la sociedad dominicana, lo cual auguraba un futuro promisorio en la política partidista dominicana.
Pero de buenas a primeras ese sendero es abandonado por Minú para acogerse a unos acuerdos con partidos tradicionales, es decir, con la llamada partidocracia, que tira por la borda la imagen que le permitía vender un perfil interesante en un entorno político-electoral contaminado, asqueante, desilusionador y frustratorio.
Estos acuerdos electorales, que incluso se habla que ella podría ser la candidata por la provincia Hermanas Mirabal de todos estos partidos crápulas, indica que ella parece creer firmemente en que no importa el medio, sino el fin.
En realidad, esa alianza de Minú Tavárez Mirabal con las basuras del escenario político nacional se ha encargado de desmentir lo que muchos ciudadanos comenzaban a creer que Opción Democrática sinceramente pretendía levantar un discurso de defensa de los intereses nacionales y no los de la mal llamada partidocracia.
En consecuencia, si bien se respeta el derecho que tienen los partidos políticos de tomar el camino que más le convenga, la escogencia de cualquier vía también deja claro cuáles son los intereses que se defienden y a partir de cuyas acciones estará determinada la credibilidad que se merecen y el sitial que deben ocupar en una sociedad gravemente amenazada.
Los partidos y sus líderes, prácticamente, han copado todos los espacios que tenía el ciudadano para proclamar que se mantenía firme en su lucha de adecentar la vida pública nacional.
Pero el discurrir del tiempo indica que no parece fácil lograr la meta en este sentido, sobre todo porque los partidos, no parece haber excepciones, son un instrumento para darle legitimidad a las acciones que al cabo de los años podrían arruinar el Estado y la sociedad.
Sin embargo, el hecho de surgir algunos ensayos de moralidad y de ética en la vida política de la República Dominicana pudo haber alimentado la esperanza de que tiempos mejores se aproximaban en esta materia.
Ahí está la explicación de que se entremezclen y reburujen los que son aparentemente sanos y los más contaminados, aunque al final de la jornada la diferencia entre unos y otros es prácticamente nula.
Esta hija de dos prácticamente héroes nacionales lo hizo magistralmente bien cuando decidió no aspirar ella a la presidencia de la República y en su lugar colocó una joven que, aunque tenga todos los méritos del mundo, no está todavía a ese nivel, no está madura para generar la credibilidad que demanda la complicada sociedad dominicana, pero por lo menos deja la idea de que se niega a seguir con la practica antidemocrática y caudillista de ser candidata eterna de su parcela política.
Son jóvenes, los reclutados por la OP, que tienen estudios en importantes en universidades nacionales y extranjeras, incluidos algunos profesionales con una alta reputación en la sociedad dominicana, lo cual auguraba un futuro promisorio en la política partidista dominicana.
Pero de buenas a primeras ese sendero es abandonado por Minú para acogerse a unos acuerdos con partidos tradicionales, es decir, con la llamada partidocracia, que tira por la borda la imagen que le permitía vender un perfil interesante en un entorno político-electoral contaminado, asqueante, desilusionador y frustratorio.
Estos acuerdos electorales, que incluso se habla que ella podría ser la candidata por la provincia Hermanas Mirabal de todos estos partidos crápulas, indica que ella parece creer firmemente en que no importa el medio, sino el fin.
En realidad, esa alianza de Minú Tavárez Mirabal con las basuras del escenario político nacional se ha encargado de desmentir lo que muchos ciudadanos comenzaban a creer que Opción Democrática sinceramente pretendía levantar un discurso de defensa de los intereses nacionales y no los de la mal llamada partidocracia.
En consecuencia, si bien se respeta el derecho que tienen los partidos políticos de tomar el camino que más le convenga, la escogencia de cualquier vía también deja claro cuáles son los intereses que se defienden y a partir de cuyas acciones estará determinada la credibilidad que se merecen y el sitial que deben ocupar en una sociedad gravemente amenazada.
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