Las personas o grupos bien informados de la población, arribaron al convencimiento de que se tejía o fraguaba un plan o propósito maligno, destinado a despojar paulatinamente a S.C. de sus instituciones o dependencias públicas principales, que le daban carácter de cabecera de provincia, para así poder degradarla de categoría política y convertirla en un simple municipio. Esto solo por ser el lugar de nacimiento de Rafael Leonidas Trujillo.
A tal convencimiento llegamos, cuando observamos que:
1. La Sucursal del Banco Agrícola fue trasladada a Baní, sin darle al pueblo ninguna explicación, y sin la más mínima protesta por parte de las autoridades locales.
2. La tubería de conducción de agua de veinte pulgadas de diámetro, que venía desde el río Isa en Villa Altagracia, nos fue clausurada y desviadas sus aguas hacia la capital, disminuyendo así el suministro del vital líquido significativamente en la población.
3. La planta eléctrica con una potencialidad de mil kilovatios, movida por gasoil para funcionar en situaciones de emergencia, iluminando la ciudad y sus alrededores, nos fue arrebatada con el pretexto de hacerle reparaciones en Puerto Plata, en donde fue instalada con carácter definitivo.
4. La granja avícola perteneciente a la Secretaría de Agricultura y adscrita al Instituto Politécnico Loyola, administrada por la familia Pulgar Ramírez, fue reubicada en Santo Domingo.
5. El ganado equino y vacuno de las haciendas Fundación, Borinquen y María, fue llevados no sabemos dónde. A las vacas, famosas por sus triunfos en ferias pecuarias en toda la región les pintaron los cuernos de rojo y así pudieron transportarlas sin objeciones, haciéndonos creer que estaban enfermas de tuberculosis.
Se extendió hacia todos los niveles de la población, los rumores de que la Ayudantía de Obras Públicas: la Corte de Apelación y la Oficina Regional dependiente de la Secretaría de Educación, serían trasladadas a Baní. Hasta llegó a mencionarse el Instituto Politécnico Loyola para ser instalado en Moca!
Dichos rumores aumentaron en intensidad, esparciéndose la especie en la colectividad de que para rematarnos o hacernos desaparecer del mapa geográfico como provincia, nos harían común o municipio de Peravia (Baní).
Por ello, el primer domingo de abril, alrededor de las cuatro de la tarde, comenzaron a reunirse jóvenes convocados por los dirigentes socialcristianos William Read Medina (Chimbín) Dr. Víctor Miranda Araújo y Manuel Augusto Furment Sánchez (Tico), en su mayoría estudiantes, en la plaza de la Constitución o Parque Central y en el parque 6 de noviembre o parquecito de los vagos, con la finalidad de exponer una protesta pública por los hechos y comentarios que decían que San Cristóbal dejaría de ser cabecera de provincia y pasaría a convertirse en municipio de Baní.
Un joven de la época, Arturo Seijas Barinas, simpatizante de la Unión Cívica Nacional, que cruzaba por el lugar en su automóvil, fue objeto de burlas y choteos por muchos de los presentes quienes le recriminaron su apoyo al partido de gobierno que maltrataba a nuestra comunidad. Este se detuvo y nos desafió a que le siguiéramos y así se comprobaría que él no era indiferente a los reclamos, además de considerarse más sancristobero que todos los presentes juntos. Se puso a la cabeza de los manifestantes, cercanos a los ochocientos, y recorrieron las calles, proclamando: “Abajo el gobierno”, “Viva San Cristóbal; ”No seremos común de campo”.
Los protestantes, en esta ocasión, se aproximaron al límite de la ciudad con los potreros de la hacienda Fundación, por la parte Este del pueblo, al lado de la avenida Libertad. Arrancaron gran número de postes de la cerca o alambrada de púas y con ellos a cuestas retornaron al Ayuntamiento, donde en la calle formaron una balsa.
Entonces, los jóvenes César Leger Aquino, Héctor Arias Uribe y Federiquín Read Sandoval, trajeron una lata de gasolina de la bomba de doña Luciola Barinas Coiscou. La multitud se retiró prudentemente por lo que iba a ocurrir, se humedecieron con el combustible los maderos y cuando se les aplicó el fósforo encendido se escuchó una gran explosión y la llamarada ascendió en paralelo hasta la altura del reloj público.
Este acto, constituyó la primera demostración de la inconformidad de S.C. con el Consejo de Estado y simbolizó el deseo de retornar las tierras de la citada hacienda a sus antiguos propietarios, algo que no quiso asumir dicho gobierno y sirvió, además, como muestra de que a S.C. habría que tomarla en consideración y no ignorarla o maltratarla, como estaba ocurriendo.